Panticosa o cómo enamorarse del Pirineo aragonés los 365 días del año
Lejos de conformarse con ser un pueblo de montaña más, Panticosa se ha convertido en un refugio para amantes del esquí y el senderismo en el incombustible Valle de Tena.
Entre las crestas nevadas y la vegetación espesa del Pirineo Aragonés asoma tímidamente Panticosa, una localidad que no destaca por tener una gran población o excesivos monumentos y que sin embargo cuenta con una gran baza: es el perfecto campamento base para descubrir las infinitas posibilidades que encierra el Valle de Tena.
Ubicada donde los ríos Caldarés y Bolática confluyen, Panticosa mantiene su atractivo gracias a la inagotable fuente de entretenimiento con la que cuenta durante todo el año. Gracias a eso y a la belleza “casi sin querer” que desprenden sus casas. Fachada de piedra, robustas contraventanas de madera y tejado de pizarra para plantar cara al duro invierno pirenaico se repiten sin cesar.
Si deambulamos hasta el corazón de esta localidad digna de postal nos toparemos con una austera iglesia de origen románico aunque sus dos platos fuertes se encuentran algo más alejados. Hablamos de la estación de esquí que arranca a los pies del pueblo, elevándose hasta el Valle de Sabocos, y del histórico Balneario que nos invita a relajarnos en sus aguas termales a 1.630 metros de altitud. Sea verano o invierno, no te pierdas todo lo que este enclave puede ofrecer.
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