"Cuando vengas, tenemos que ir a Farah para que pruebes su lubina. No vas a querer volver a Barcelona". Ni las clásicas cañas, ni una tarde de confidencias. Esa fue la propuesta de mi amiga cuando le comenté que planeaba una escapada a la capital de España, y en realidad, esta no era la primera vez que me habían hablado de Farah, un restaurante de Madrid nacido a raíz de uno de esos giros de vida que parecen sólo funcionar en las películas, pero que ha demostrado ser también posible fuera de la gran pantalla.

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Farah
Imagen de Farah

Heba Kharouf, de madre siria y padre palestino, tenía la vida resuelta en Dubai, donde trabajaba desde hacía 15 años como productora en una agencia de publicidad internacional. "Estaba algo deprimida, porque el mundo de la publicidad es muy agobiante, y decidí hacer las maletas e ir a España a empezar de cero", asegura. En realidad, el mundo de la hostelería tampoco es el epítome de la tranquilidad, y de hecho, confiesa que agradece disponer de todo el tiempo posible para volcarse en su proyecto. "Mi restaurante es mi bebé, y le tengo que dedicar todo el tiempo que tengo", dice.

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Referentes del cine y del mundillo de tendencias han convertido a Farah en ‘the place to be’

Se trata de una casa de comidas que mira hacia la Basílica de San Francisco, pero que a nadie le engañe tan castizo enclave: su cocina recorre el Mediterráneo oriental, y lo hace con éxito, pues tiene una gran lista de espera. "

"Hasta el 8 de junio lo tenemos todo lleno, pero… ¡Ojo, porque siempre hay alguna cancelación! Ahora que llega el buen tiempo, con la terraza, hay más posibilidades de encontrar hueco", asegura Kharouf, que dice que al margen del branding, obra de Alice Pesenti (“el wordmark se inspira en los carteles comerciales de las calles de Damasco o Beirut”, señala la diseñadora y directora de arte), el universo marketiniano del que provenía nada ha tenido que ver con el éxito del restaurante. Referentes del cine y del mundillo de tendencias han convertido a Farah en ‘the place to be’, y es habitual toparse en el feed de Instagram con imágenes del restaurante acompañadas de comentarios de los que mejor olfato tienen para descubrir los lugares destinados a triunfar alaban su cocina.

"Tuve lista de espera de 2 meses para las cenas que organizaba en casa, que probaron 800 personas"

Sin hablar el idioma y sin conocer a nadie, Heba aterrizó en Madrid en noviembre de 2018, donde comenzó a impartir clases de yoga. “Tras ellas, los fines de semana invitaba a mis alumnos a venir a casa a tomar un brunch, y la gente comenzó a subir fotos de los platos a sus redes sociales. Al verlas, muchos preguntaron si podían ir directamente al brunch, sin pasar por las clases... Decidí comprar una mesa grande en Wallapop, tiré el sofá que tenía y me animé a convertir el brunch en cena. Y así nació Farah, de esa primera cena”, asegura orgullosa. “Tuve una lista de espera de dos meses y por esas cenas pasaron hasta 800 personas. Ahora ya tengo muebles en mi hogar y confieso que no quiero a nadie en casa”, dice entre risas.

No puedo evitar preguntarle por su famosa lubina. ¿Qué tiene de especial? ¿Por qué me han dicho que coja un tren para probarla? "Diría que se debe a la mezcla de las dos salsas. Es el combo de la salsa de tahini, que es casi dulce, con la que tiene una base de mostaza, ajo, alcaparras… Otro plato que encanta a los comensales es el kebab de pierna de cordero lechal con pistachos y piñones tostados", dice Farah, que en su primera cena ya sirvió la famosa lubina y zamburiñas, que siguen en la carta. "Es un restaurante de cocina mediterránea oriental, porque soy mitad palestina y mitad siria", añade.

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Farah
El restaurante Farah

Animada a comprar ya el billete hacia Madrid, le pregunto qué platos he de probar sí o sí. "La lubina y el muhammara, que es la versión árabe-mediterránea del Romesco. Lleva pimientos rojos asados con nueces y melaza de granada. Y tienes que dejar hueco para el postre. Pide knafé con pasta kataifi, que tiene queso fundido por dentro y lleva sirope de azahar y pistachos", recomienda Heba.

Por cierto: Farah es el nombre de su sobrina, y quiere decir alegría en árabe, por lo que ha llegado el momento de darse una buena alegría gastronómica… Además, pagar un billete de Barcelona a Madrid para disfrutar de un buen viaje gustativo en el que disfrutar de bocados turcos, sirios, libaneses y palestinos es un planazo, ¿no?.