Según la Sociedad Española de Medicina Estética (SEME), el 40% de los españoles ya ha pasado por una clínica de medicina estética. Es decir, casi la mitad del país se ha hecho algún retoque. Y según las cifras, el sector estético está facturando más de tres millones de euros al año. El botox ha dejado de ser sólo de unos pocos, dando paso a un interesante proceso democratizador. Sin embargo, son más bien pocos los que reconocen haber pasado por cabina. ¿Por qué?

En una encuesta rápida por mi entorno más cercano, saco una conclusión: la gente no se retoca más porque "es caro". Es una de las respuestas que más me repiten. Y ciertamente, con la situación que vivimos ahora mismo en la que una botella de aceite de oliva en el supermercado ya está en los 5€, lo de ir a ponerse un poco de botox parece un chiste.

Aunque no para todos, porque parece ser que al mismo tiempo que el aceite de oliva y la gasolina suben, crece también el porcentaje de población que acude a una consulta para cambiar algo que no le gusta de su físico. Y atención, porque los datos muestran algo interesante: un cambio de paradigma. Cada vez son más jóvenes los que acuden a un tratamiento estético.

Los jóvenes han normalizado los tratamientos estéticos


"Cada vez más, la medicina estética atrae al público que busca mostrarse sin límites", dice David Céspedes Gómez, profesor de CEMP y especialista en Medicina Estética. Y añade: "los jóvenes han normalizado los tratamientos estéticos, ya que son clientes habituales".

Los intereses y expectativas de vida cambian. Como también lo hacen los focos de influencia. Y mientras que las generaciones anteriores estaban mucho más sugestionados con el patrón de vida marcado por el esquema boda-casa-hijos, las de hoy están presididas por otros intereses. Ahora las generaciones actuales ven cómo sus pasos vienen marcados por las redes (y no por sus padres o familia). Así que no es de extrañar que entre esa inspiración esté el ir a aumentar un poco el labio superior o a reducir las ojeras con ácido hialurónico y no el ahorro eterno para una vivienda que jamás llega.

botox y retoques estéticos
Edward Berthelot

Pocos lo reconocen. Aunque si tienes ojo avizor, te darás cuenta de quién ha pasado por las manos de un buen profesional (¿sus arrugas de la frente no se marcan cuando se enfada y tiene más de 40? ¿tiene un rostro tan simétrico que parece un avatar perfectamente diseñado con Photoshop?)

Y ni son pocos, ni muy adultos. "Al principio, la edad media de personas que recibían un tratamiento era de 35 años, mientras que actualmente uno de los rangos de edad más destacados son los jóvenes de 20 años. Normalmente, ese sector escoge los tratamientos de relleno en labios y toxina botulínica", explica el experto.

Y en las generaciones superiores, se busca eso de "que no se note". Podrás preguntarte, ¿si no quieres que se note, para qué te lo haces? Esta pregunta, es tan difícil de responder como perturbadora de preguntar. ¿Una forma de hacer frente al paso del tiempo, cerrando los ojos y haciendo como que por ti no pasa? ¿Un guiño-guiño para sentirte bien y que sólo tú lo sepas... pero que en el fondo, los demás también? Inserte aquí su respuesta.

Volvamos a esa democratización. Porque para que te hagas una idea de lo bien asentada que está, según el SEME la mayor parte de los pacientes se hacen un tratamiento al menos, una vez al año. Aunque el aceite de oliva siga subiendo.

El aumento de los tratamientos estéticos es una característica que define la sociedad actual

Y aunque entre los que pasan por algún retoque hay cifras que dicen que hasta un 65% de ellos se arrepienten, la mayoría repite. Les gusta verse con su nuevo aspecto. Les gusta saber "que están dentro".

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Courtesy of Jil Sander

¿Retoque o medicina estética?

Porque no, no es lo mismo. Según explican los expertos, son dos opciones distintas a las que nos enfrentamos cuando damos el paso de acudir a una clínica. Y he aquí otra de las claves de esta democratización. Retocarse la cara ya no es sentarse en una camilla y envolverte la cara durante un mes con vendas.

Ahora, todo es más rápido, menos indoloro e por supuesto, menos invasivo. Características que definen también a la sociedad en la que nos hemos ido envolviendo poco a poco. De ahí que los retoques sean los más elegidos, pues tras ellos no es necesario pasar por quirófano, los riesgos son menores y además, es más barato.

Lo más demandado

Sin duda, las técnicas menos invasivas de retoque y sobre todo, de rejuvenecimiento facial. La gente quiere mejorarse, pero no pasar por un quirófano. Quiere parar el tiempo, pero no parar a esperar la recuperación.

Entre lo más buscado durante el pasado año, según señala la Asociación Española de Cirugía Estética Plástica (AECEP), están las 3 técnicas de rejuvenecimiento facial estrella del momento: el baby botox, los hilos tensores y el ácido hialurónico.

botox y retoques estéticos
Filippo Fortis/launchmetrics.com/spotlight


Por qué y cuándo nos retocamos

Señala Isabel Caravantas, doctora especialista en Cirugía Estética Plástica, que el mejor momento para pasar a la acción es cuando se detecta cualquier signo de envejecimiento que nos incomode. Ahora bien, ¿por qué no estamos dispuestos a entender que la vida pasa y las arrugas llegan?

"El interés de la sociedad por esta disciplina se ha visto incrementado en los últimos años, alentado por una gran presencia del culto a la imagen que se ha visto potenciado por los nuevos cánones de belleza y las redes sociales, pero sobre todo por la importancia de la búsqueda del bienestar personal y el aumento de la autoestima y confianza en uno mismo".

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Elizabeth Lippman/Courtesy of Hermione de Paula


Esta democratización es tan fascinante y emocionante como engañosa y dañina. Y es que del mismo modo que pensamos que nuestra autoestima gana cuando decidimos darnos un capricho en forma de retoque, también crece el sentimiento contrario: el de creer que no somos suficientes sin ese retoque, no querer ver que la vida pasa también por nosotros y no querer estar fuera de la rueda.

Puede que hayas llegado hasta aquí pensando que estamos locos. Y odiándome probablemente si rondaba por tu cabeza la idea de retocarte. Pero es que, admítelo: el ser humano es tan absurdo como sorprendente. Y déjame decirte una última frase de redención: mientras la ciencia nos siga descifrando, siempre podrás ponerte un poquito de labio. Total, la vida son dos días.