• Leo al sociólogo David Le Breton y su “Antropología del cuerpo”. En el capítulo del cuerpo en la casa, en el espacio cotidiano, me llama la atención algo. Teoriza él que, a través de las acciones repetidas y diarias el cuerpo se vuelve invisible, "borrado por la repetición incansable de las mismas situaciones y la familiaridad de las percepciones sensoriales." El descanso de lo conocido, ese alivio con el que nos movemos en la penumbra reconociendo esquinas, interruptores, texturas. Cuando volvemos del trabajo y cerramos la puerta detrás de nosotros desde luego hay un sosiego, un escudo pesado que cae al suelo, pero lo que nos espera en casa es otro sísifo con distinto collar. Mi cuerpo no desaparece, al revés; mi cuerpo es el que más recuerda que hay que agacharse para la lavadora, los movimientos repetidos de quitar el polvo, tender la ropa fría, rascar la sartén. Un catálogo amplísimo de tareas tan exigentes como las ocho horas en el escritorio. En casa solo desaparece el cuerpo de quien no pega un palo al agua.
  • No es solo lo bien que hacen su trabajo. La limpísima Imprimerie du Marais, fundada en 1971, es de lo más bonito de París. Sigue siendo un negocio familiar.
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  • Me encanta ver la televisión antigua, la de zapping y azar, y me gustan particularmente esos canales absurdos con programas tan llamativos a la mirada europea como “Shark Tank”, en el que emprendedores norteamericanos venden su moto a cuatro posibles inversores. Los proyectos son descacharrantes, pero lo mejor son los inversionistas. Ellas parecen salidas de Dinastía, ellos van maquillados como Liberace. Señores de color marrón dando forma a ese cuento tan viejo y tan vigente de “si tienes dinero lo tienes todo”.
  • Las colecciones indefinibles de John Alexander Skelton, que nunca usa a modelos para sesiones de fotos, sino a vecinos del lugar, amigos y todo aquel que parezca recién salido de “The Banshees of Inisherin”. Basa sus colecciones en el folklore inglés y la tradición tejedora de su país, con siluetas y estéticas del siglo XIX (levitas, pantalones de cintura alta, lavado a mano, remiendos).
  • Basta hacer algo de manera un poco diferente para que te pueda caer encima la etiqueta de “mujer rara”. Si te da igual tener pareja o casarte, si tienes pareja pero no quieres tener hijos, si no te cortas en responder, si dices: “No me parece bien”. Es muy fácil que te llamen cabezona, difícil, egoísta. Saber exactamente qué quieres puede desconcertar al otro. Tener voluntad, instinto y personalidad no es avasallar ni ser maleducada. No está reñido con la amabilidad, querer que te quieran, detestar el conflicto.
  • El artista Jeremy Deller invitó a jardineros municipales y voluntarios de huertos urbanos de Münster (Westfalia) a llevar durante diez años un ‘diario de la naturaleza’. Les regaló un catálogo de piel verde, enorme, para ir completando a voluntad. A través de la década las páginas se llenaron de anécdotas, poemas, hojas, dibujos, recortes de periódico, datos. Luego esos microcosmos se guardaron en la biblioteca municial.
  • El poema de Fruela Fernández (en “Corrige los nombres”, publicado por La Bella Varsovia) del niño que descubre el mundo cada mañana.
  • «Todo duerme / y se despierta / contigo / los naranjos te llaman / y tú los llamas»